domingo, 12 de febrero de 2012

1 de las 3 que renacieron en enero

ESPEJOS DEL TIEMPO




EL ESPACIO DE REPRESENTACIÓN PERTENECE AL UNIVERSO DE LA FICCIÓN, DEL DEVENIR DEL TIEMPO, DEL VACÍO, DE LA ETERNIDAD.












Es fundamental para la representación de esta obra que antes de ingresar a la sala el público entre por un pasillo de espejos, semejante a esos salones de los parques de diversiones donde hay muchos espejos y todos generan distintas imágenes: agrandan, achican, deforman los cuerpos.
Luego, dentro de la sala, habrá algunos espejos y montículos de arena. También, a la derecha, algunos cables pelados y un parlante oxidado.
Tenue luz.
Las Voces, ingresan por el pasillo espejado por donde ingresó el público. Charlan.

ACTO ÚNICO

Voz 4: ¿Alguien tiene un cigarrillo?
Voz 1: Tomá. (juega con el cigarrillo antes de dárselo) "tick tack, tick tack, tick tack...". ¡curiosa ocurrencia!
Voz 4: ¡dame eso de una vez!
Voz 1: Bueno, ¡qué carácter! (se pasea por la sala dando brinquitos infantiles) El tiempo corre... plin plin plin... pero nunca atrapamos a la pesadilla… plin plin plin
Voz 2: Al ladrón querrá decir... al ladrón.
Voz 3: ¡Claro! La Seguridad, ese es el problema...
Voz 2: (se para frente a la Voz 1 frenándola)  Me abruma la vida. La rebelión consiste en mirar una flor hasta pulverizarce los ojos.
Voz 1: Emm, claro... ¿Qué hora es?
Voz 4: Las dos.
Voz 2: gracias.
Voz 3: El tiempo es dinero.
Voz 1: Gracias. El tiempo es...
Voz 2: aterrador
Voz 1: ¿Cómo explicarlo?
Voz 3: tick tack, tick tack, tick tack ¡BUM! ¡se acabó el tiempo, se acabó el problema!
Voz 2: Afuera hay sol. Yo me visto de cenizas.
Voz 1: ¡No! El tiempo todavía existe.
(Todas las voces girar bruscamente y la miran)
Voz 3: ¿Acaso usted no lee los diarios señorita?
Voz 1: (Se acerca gateando al parlante) ¡Escuchen! ssssssssh, escuchen...
(Silencio, luego sonido de un corazón latiendo)
Voz 1: Ahí está el tiempo.
Voz 2: No, no escucho. Yo no sé de la infancia más que un miedo luminoso (mueve la mano lentamente hacia adelante intentando atrapar algo, algo que siente frágil como una burbuja)
Voz 4: (Le explica a 2) Es un corazón.
Voz 1: O miles...
Voz 3: (Se mira en uno de los espejos) ¡El mío anda fantástico! me lo dijo el cardiólogo ayer. Igual me dio unas pastillitas, por las dudas (toma pastillas)
Voz 4: (a Voz 2) ¿Escuchás?
Voz 2: ¿La mano que me arrastra hasta mí otra orilla?
Voz 4: ¿Siempre hablás tan raro?
Voz 2: Perdón, hago poesía.
Voz 3: (Ríe) ¡Poeta! Por favor…
Voz 1: A mi me gusta la poesía.
Voz 3: ¡La poesía es una pérdida de tiempo!
Voz 4: No hablamos del tiempo (a Voz 2) Me gusta su literatura.
(Voz 2 sonríe y parece una niña abandonada)
Voz 1: (a Voz 3) ¡¿Viste?! Ella es una poeta famosa.
Voz 3: ¡Ay, por favor! Famosa es la 5ta enmienda, la 9na sinfonía de Beethoven y los 100.000 millones que vale Facebook.
(Breve apagón, cuando las luces vuelven a encenderse todas las voces se encuentran inmóviles y casi a oscuras, excepto la Voz 1)
Voz 1: Hubo un tiempo en que éramos más que voces. Alguna vez fuimos algo más... alguna vez fui... no se. Recuerdo mi casa: una casa grande en un barrio pobre de la ciudad, cómoda muy cómoda, contrastaba con la pobreza de la estación de tren, con las mantas repletas de comida extranjera, y con el olor, ese olor a frituras y a tierra, a sudor, a llanto de niños, a desamparo... Yo tenía un perfume que me había traído Eugenia de su viaje (sonríe) el abuelo se la había llevado para que conociera Europa, ella volvió brillante, segura... lejana. Y yo... yo tenía un perfume traído de Europa y salía a la calle donde hombres y mujeres vendían sus comidas a toda hora, en medio de la estación, en medio de la mugre, de la pobreza, del abandono. Yo... yo... yo tenía un perfume traído de Europa y una casa en un barrio pobre de la ciudad. (Cae al piso y llora, se seca rápido las lágrimas)
    
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Voz 2: Me aburro.
Voz 4: Fumá.
Voz 1: No, está dejando de fumar.
Voz 4: ¿Por qué?
Voz 1: Porque es malo para la salud.
Voz 4: Pero acá no necesita salud.
Voz 1: Pero cuando salga de acá va a necesitarla.
Voz 2: No vamos a salir nunca de acá…
Voz 1: ¡Sí que vamos a salir!
Voz 2: Pregúntele.
Voz 1: No, Él no está acá.
Voz 2: Pregúntele, intente.
Voz 1: (Mira para todos lados, busca las palabras en su mente) Hola… emmm, ¿cuándo vamos a salir?
(Silencio, las cuatro voces esperan, nada.)
Voz 3: (Mira al techo) ¡Ey, esta mujer le está hablando!
Voz 4: (Patea uno de los montículos de arena)
(Cae en el centro de la escena un anotador y una birome. Silencio. Las cuatro voces se miran y se acercan lentamente a los objetos)
Voz 1: (a Voz 2) ¡Escribí!
(Voz 2 toma el papel, Voz 4 lee en voz alta)
Voz 4: quiero ser ave, nube, viento
o quizás tierra, tierra húmeda,
quiero ser efímera o eterna,
quiero ser el caos,
pero también el cosmos,
quiero ser espacio sin tiempo,
quiero ser amanecer bordó
o crepúsculo azulino.
Estrellas... cientos de estrellas...
Voz 1: ¿Y ahora?
Voz 3: ¡Lo vendemos!
Voz 2: ¡No!
Voz 1: ¿Entonces? (mira al techo) ¡¿y ahora?!
(Silencio)
Voz 4: ¡La puta madre! ¿Cuántas veces más vamos a hacer esto?
Voz 1: Todas las veces que sea necesario
Voz 4: ¿Por qué?
Voz 1: Porque todo esto tiene que tener algún sentido…
(Breve apagón, todos inmóviles, habla la Voz 3)
Voz 3: Traté durante mucho tiempo de ser bueno, de estudiar filosofía, de amar, de creer en la utopía. Todavía puedo ver las banderas rojas, blancas y la negra (la de los anarquistas). Eran banderas enormes, amplias como nuestro deseo de que todos las vieran, nos vieran. Nos pasábamos horas pintándolas en los pasillos de la facultad, mezclando la pintura en un vaso de plástico, riéndonos: éramos un equipo... (Pausa) Un día la eché a Clara de la asamblea, me encargué de que todos y todas le gritaran en la cara (suspira) fui torpe, visceral, Clara lloraba a mares y seguía defendiendo su postura a gritos. Finalmente se fue y todos nos quedamos en silencio por varios minutos, no nos mirábamos, no podíamos. Gonzalo sacó una cerveza de la heladera, Sol fumaba desesperada, Daniela balbuceó algo así como que había que seguir andando, que el viaje era difícil y entonces aveces en el camino... le pedí por favor que se callara, que mañana hablaríamos del tema... entonces se paró como para poner el documental que habíamos planeado ver después de la asamblea pero Juan se paró también y, sin decir palabra, se fue. Juan era un idealista de la humanidad, creía más en el ser humano que en las ideas políticas que pudiera profesar... nunca más estuvo detrás de nuestra bandera... y nunca pude decirle nada con respecto a esa noche... quería mirarlo a la cara, esbozar un estúpido “perdón” y abrazarlo, él que tenía una mirada tan bella. Clara se fue llorando a mares y yo... yo perdí esa noche a mi hermano.

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Voz 3: (a Voz 2) A ver, vos, explícanos qué escribiste.
Voz 2: No se qué escribí sólo... elijo palabras.
Voz 3: ¿No podés escribir algo más simple? ¿una carta? ¿un mensaje?
Voz 4: ¿Un mensaje para quién?
Voz 3: ¡No se! Para cualquiera, para alguien…
Voz 2: Alguien no es lo mismo que cualquiera…
Voz 3: ¡¿Podés olvidarte de tus puntillismos literarios por una vez?!
(La Voz 4 le arrebata el anotador y la birome y se los da a la Voz 1)
Voz 4: ¡Escribí!
Voz 1: Ok. (Escribe) Querido amante del desierto: ¿sería usted tan amable de llevarnos al otro lado?
Voz 4: ¡Por dios!
Voz 1: ¿Qué le pasa?
Voz 4: Ya no puedo más con esta farsa…
Voz 2: No, esto no es una farsa.
Voz 4: ¡Por favor!
Voz 2: ¿Y entonces?
Voz 4 y Voz 1: No lo se
Voz 3: Ustedes se rinden muy fácilmente. ¡Dame! (escribe) Estimados: Nos encontramos en medio de una situación de crisis, pero no nos alarmaremos. Siempre hay una mano fraterna dispuesta a socorrernos en estos momentos. Y el elegido ha sido usted, ¡usted!. Si nos encuentra y nos lleva hasta un lugar seguro le recompensaremos de la mejor manera. ¡Y ahora cada uno firma abajo!
Voz 4: ¿Y después qué hacemos con eso?
Voz 2: Yo no pienso firmar…
Voz 1: ¿Por qué?
Voz 2: Porque no va a pasar nadie más por acá…
Voz 1: ¿Y cómo sabés eso?
Voz 2: No lo se…
Voz 3: ¿Tenés informantes?
Vos 2: No.
Voz 3: Entonces firmá.
(Todos firman)
Voz 1 y Voz 4: ¿Y ahora?
Voz 3: Lo tiramos bien lejos. (Hace un bollo con el papel y lo lanza al público)

(Esperan. Largo silencio)

Voz 1: Esto sigue sin funcionar.
Voz 3: ¡Esperá! No le diste tiempo para que impacte.
Voz 2: El impacto va a ser tan sutil que nadie va a escucharlo…
Voz 3: Me deprimís (toma pastillas).
Voz 2: Lo siento, no era mi intención. (Sopla un montículo de arena y debajo de este aparecen unos libros, toma uno, sortea una página y lee en voz alta)
Inés: Tú eres quién me hará daño. Pero qué puede importar. Mírame a los ojos, ¿te ves en ellos?
Estelle: Estoy chiquitita. Me veo muy mal.
Inés: Yo te veo. Toda entera. No habrá espejo más fiel.

(Silencio, breve apagón, todos inmóviles, habla la Voz 2)

Voz 2: Creo que nadie me entiende, ese es mi infierno. Soy inútil para todo: no se elegir ropa y quemo la comida. Odio mi trabajo, si Clara no me acompañara a las reuniones con esos gordos burgueses desgastados por el gris de su vida inhumana jamás podría ni finalizar una entrevista. Me dan ganas de vomitar cada vez que estoy ahí. Ese no es mi mundo. Pero ellos me conocen, me saludan como si fuera su hija. Los odio. No aguanto una conversación con ellos ni un segundo. ¿Y sus mujeres? ¡ay, sus mujeres! con esos vestidos largos y peinados altos: espléndidas porcelanas de exhibición. Tampoco soy ellas. ¿Quién soy? La muerte viene vestida de cordero cada noche y París... Paris está en guerra y tengo miedo, tengo tanto miedo de morir. Pero también creo que quizás sea una liberación, dejar el cuerpo, dejar tanta muerte, tantos cuerpos mutilados,  tantos espejos en los que no me reconozco... (Suspira) Solo los ojos de Clara me salvan, sólo sus profundos y luminosos ojos color de cielo. Clara es como un pez en el agua en las reuniones a las que me obliga a ir, la admiro, la veo y quisiera ser como ella, la amo. Pero no puedo, no puedo amar en medio de tantas sombras. Llueve otra vez en París y yo, sola, detrás de la ventana solo puedo esperar a que se ordenen las palabras sobre mi cama... quizás haya un mundo sólo de palabras donde pueda habitar, por fin en paz... por fin feliz... ¿Y Clara? ¿A qué otro mundo irá Clara?

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(Llueve)

Voz 4: ¡Genial! Lluvia en el desierto.
Voz 1: ¿Y ahora?
Voz 3: ¿Qué más podemos hacer?
Voz 1: No se… (mira al techo) ¡ey! ¿por qué lluvia?
Voz 2: (descubre una plantita creciendo debajo de uno de los montículos de arena) Para ella…
(Todos giran y ven la planta)
Voz 3: Lo último que nos faltaba (mira al techo) ¿y para nosotros qué?
(Para de llover)
Voz 3: ¿Sólo eso?
Voz 2: Podrías callarte alguna vez...
Voz 3: No, no puedo. (Toma pastillas)

(Silencio)

Voz 4: ¿Alguien puede decirme qué estamos esperando?
Voz 1: Que pase algo.
Voz 4: Algo como qué.
Voz 3: Una señal.
Voz 1: No se qué, pero algo.
Voz 2: No va a pasar nada.
Voz 3: ¡Puede callarse usted ahora!
(Todos suspiran, breve apagón, todos inmóviles, habla la Voz 3)
Voz 3: Entiendo por qué nadie me quiere. Puedo entenderlo. Pero yo también fui sensible, yo también amaba el mar, yo también quería ser libre... yo también quiero ser libre... Juana me crió más que mis papás. ¡Ay! Juana era tan bella, tan tierna, tan cálida. Rara vez los veía: Carlos viajaba constantemente y María, mamá, mi madre, nunca estaba en casa... nunca supe dónde iba. Volvía recién a las siete de la tarde para decirle a Juana qué debía comprar para la cena. Cenábamos en silencio. Aveces papá se levantaba a mitad del plato para atender una llamada y ya no volvía a verlo hasta la cena siguiente, la silenciosa y extraña cena siguiente. Después papá murió, tuvo un ataque al corazón. Y mamá lloró... no tanto, pero lloró. Y Juana se fue. Después mamá también se fue, se fue a vivir a Australia con su nuevo marido. Y yo me quedé a cargo de la empresa de Carlos... nunca te conocí papá... pero llevamos las misma sangre.

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Voz 2: (toma otro libro, lee) y la Suprema Personalidad de Dios dijo: Mi querido Arjuna, mira ahora mis dones: cientos de miles de formas divinas y multicolores. Pero tú no puedes verme con tus ojos de hoy. Te doy entonces ojos divinos para que puedas ver… (cierra el libro y lo deja a un costado)

(Silencio)

Voz 1: Suena tan lindo…
Voz 4: Pero sigue sin pasar nada…
Voz 1: Quizás esta es su forma de decirnos algo…
Voz 4: ¿Quién nos está diciendo algo? No hay nadie más acá… (patea otro montículo de arena)
Voz 2: (Repite en susurros, para si misma) Te doy entonces ojos divinos para que puedas ver…
Voz 3: ¡Me cansé! Por hoy es suficiente…
Voz 4: Sí, se acabó.
(La Voz 3 sale, detrás de él la Voz 4)
Voz 1: (a Voz 2) Quizás mañana sea primavera… (levanta del piso a la Voz 2 y ambas salen tomadas del brazo.)

APAGÓN.